jueves, 6 de diciembre de 2012


La trulla


                                                                                        ©Andrés Díaz Marrero Suena el cuatro con dulzura,
vibra de alegría el güiro,
brota del pecho el suspiro
que la música conjura.
La noche estrellada y pura
nos cobija con su manto.
Se oye el melodioso canto
del trovador que improvisa
versos, que nuestra alma hechiza
y alejan todo quebranto.

Aguinaldos parranderos,
en rutilante alharaca
la Noche Buena destaca,
sazonada de luceros.
Son acordes bullangueros
que anuncian la Navidad.
Tiempo de felicidad,
de aspirar a lo mejor,
de compartir con amor
nuestra buena voluntad.


Pausa alegre en nuestras vidas,
donde el alma se despoja
de tristezas y congojas
y se sanan las heridas.
De colores encendidas
las flores llenan de aroma
las veredas de la loma
por donde vamos pasando
y alegre vamos cantando,
mientras la luna se asoma.

La trulla llena de gozo
llega a la casa vecina.
La espinela bella y fina
alimenta su alborozo.
Lleva el aliento amoroso
y un mensaje de bondad
que predica la amistad
entre todos los vecinos
con el deseo genuino
de una feliz Navidad.

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